La revista de temes enigmàtics Más Allà
publica, a la seva ultima edició, un monogràfic dedicat a les rutes
“màgiques” d’Espanya. Es veu que n’hi ha varies a la nostra demarcació, a
banda de la Mussara (Tivissa, Pratdip..). Atenció els seguidors
de la sèrie televisiva “Star gate” perquè, segons diu aquest article,
possiblement sense saber-ho tenen una porta tridimensional gaire bé a
les portes de casa seva. N'hi ha que d'un gra de sorra en diuen
muntanya...; Miguel Seguí, l’autor del reportatge, escriu una història
que, vaja, si l’hagués redactat en una altre format, hagués resultat un
conte gaire bé excepcional:
”Rutas mágicas de España. Puertas dimensionales: Mussara”
“Una puerta al otro lado de la realidad”
“Desapariciones, visiones de seres que no parecen de este mundo y
extrañas figuras amorfas flotantes forman parte del misterio que rodea
la montaña de la Mussara, en Tarragona. En su cumbre, una aldea
abandonada es el único testigo de lo que podría ser una puerta hacia
otra realidad.”
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Dónde está:
La Mussara está en Tarragona. Saliendo de Reus tomaremos la C-240 y luego nos desviaremos por la T-704.
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"Aunque no se conociesen los misteriosos hechos que han tenido lugar en la cumbre de la montaña de la Mussara,
el ambiente que rodea esa aldea abandonada ya sería sobrecogedor. A
poco más de mil metros de altitud las nieblas son frecuentes, y
refuerzan el aire enigmático que rodea las escasas construcciones que se
tienen en pié, la mayoría semiderruidas por el paso del tiempo y el
abandono en que cayó el pueblo desde que en los años cincuenta quedó
completamente desabitado. Pero esa sensación de misterio y decrepitud de
la zona no es más que el aspecto superficial de los enigmas que rodean
la zona. El adorno que acompaña a las inexplicadas desapariciones, el
avistamiento de insólitos seres, o figuras luminosas de origen incierto.
En la comarca, el Baix Camp (Tarragona), y también más allá, todo el mundo sabe que en la Mussara
pasan cosas muy extrañas. Hechos misteriosos que alejan de ella a
muchos que no desean estar demasiado tiempo en sus cercanías, en
especial al anochecer, y que en cambio atraen hacia su cumbre a los que
pretenden encontrar un camino de comunicación con otra realidad, con el
más allá, o tal vez con el mismísimo infierno.
Misteriosas desapariciones
En la también abandonada Iglesia de San Isidro, lo mismo que en las
otras edificaciones que todavía aguantan a duras penas, es frecuente
encontrar restos de alguna ceremonia pretendidamente mágica, velas de
diversos colores, restos de algún preparado con pretensiones mágicas,
así como pintadas con símbolos esotéricos de lo más variado. Lo mismo
ocurre en la pequeña construcción que culmina el conjunto, al lado mismo
de un precipicio. Pero más allá de la simple parafernalia estética se
encuentra el misterio en estado puro.
Desaparecer en la Mussara no es muy difícil. Entre los habitantes
de los pueblos próximos, y entre quienes se han interesado por los
misterios que la rodean, se cuentan infinidad de casos inexplicables.
Como el enigmático desvanecimiento en 1995 de un ingeniero alemán que
trabajaba en la región y que se encontraba paseando por los caminos que
rodean la zona. Dejó nuestro mundo por espacio de tres horas. Pasado
este tiempo volvió a reaparecer sin que supiese qué había sucedido. O
el todavía más enigmático desvanecimiento de un vecino que acabó en los
Estados Unidos sin que recordase qué es lo que le había pasado.
Misteriosos sucesos, la mayoría de tan difícil comprobación como cuando
alguien dice que está perdido durante horas en las neblinosas carreteras
que rodean la montaña. Aunque en ocasiones sí que hay testigos y datos
comprobables de los extraños fenómenos que allí ocurren.
El miércoles 16 de octubre, Enrique Martínez Ortiz se disponía a pasar
una agradable jornada en compañía de tres amigos recogiendo setas. Como
habían hecho en anteriores ocasiones escogieron la Mussara, un lugar que conocían bien. Pero esa vez hubo una diferencia. Desapareció de forma misteriosa y nunca se le volvió a ver.
“Fue como si la tierra se lo hubiese tragado”, asegura uno de sus
amigos, Santiago Clarés. “Cuando nos dimos cuenta de que no estaba donde
lo habíamos dejado le llamamos, pero sin respuesta. Comenzamos a buscar
por la zona, pero no encontramos ninguna pista sobre lo que le había
pasado, sólo hallamos su cesta, con una única seta”.
“Después de buscar por todos lados llamamos a la Guardia Civil e hicimos
muchas batidas, que se prolongaron varios días. Incluso intervinieron
los Zapadores de Montaña del Ejército, pero sin ningún resultado
positivo”, recuerda apesadumbrado Clarés, con la angustia de no saber
qué es lo que le pudo pasar a su amigo.
Las continuas batidas, en las que participaron más de doscientos
soldados de la cercana base de Los Castillejos, así como perros
adiestrados en la búsqueda de personas, no obtuvieron ninguna
recompensa.
¿Qué le ocurrió a Enrique?. Esa pregunta no ha dejado de martillear en
la mente a su familia y amigos. ¿Se cayó en alguna fosa?. Cuesta pensar
que ese fuese el problema, sobre todo teniendo en cuenta que conocía
bien el terreno, y que las batidas realizadas no encontraron ningún
indicio. ¿Desapareció voluntariamente?. Su familia niega tajantemente
esa posibilidad. “Nunca, ni de pequeño, se había ausentado más de un día
sin decir dónde iba”, dice su hermana Angustias. Además, dejó
abandonado su coche, con su documentación, el tabaco y hasta una
medicina que debía tomar varias veces al día. Por otro lado, tenía una
dolencia en las piernas que le impedía andar varias horas seguidas.
Los amigos de Enrique siguieron buscando por su cuenta varios meses
después, intentando encontrar una pista que arrojase algo de luz. En una
de esas batidas ocurrió otro de los inexplicables sucesos que de tanto
en tanto ocurre en la Mussara. Fue a finales de enero de 1992 y
según cuenta Jorge Roberto Boluda, “nos encontrábamos descansando en una
casa abandonada, poco después de la medianoche cuando escuché el ruido
de cascos de caballo que parecían proceder de la cercana y también
abandonada Iglesia de San Isidro de la Mussara”. Alertado por ese
extraño sonido, caballos por la noche en ese paraje aislado, el testigo
se acercó a la entrada del antiguo edificio religioso donde pudo ver
algo que le dejó poco menos que de piedra.
“Ante mi aparecieron unas figuras ataviadas con lo que parecían unos
hábitos con capuchas, lo que les daba una apariencia similar a monjes,
pero tenían un aspecto semitransparente. Al principio sólo vi dos, pero
dentro de la iglesia habría cuatro o cinco más. Algunos pasaron a menos
de diez metros de mí. Les hablé pero me ignoraron por completo. Pude ver
perfectamente cómo se dirigían al interior donde movieron unas piedras.
Al cabo de unos momentos los dejé de ver repentinamente”. Boluda
asegura que nunca olvidará esa extraña observación, que en total duró
unos cuatro minutos.
Entidades inmateriales
¿Qué fue lo que vio el testigo?. ¿Eran seres procedentes de otro plano
de realidad?. La visión de entidades aparentemente inmateriales en esa
misteriosa zona no es demasiado infrecuente. Otros testigos aseguran
haber observado, y hasta fotografiado, la presencia de extrañas e
inexplicables figuras amorfas flotando sobre el suelo, inundando la zona
con una luz misteriosa y de apariencia irreal.
No deja de ser curioso que incluso las leyendas y el folclore local
hayan recogido la ancestral creencia en la zona de que allí hay algo que
se escapa de lo corriente, algo que puede convertirla en un portal de
entrada, y también de salida, hacia otro mundo, otro plano de
existencia”.
Raquel Virgili
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